lunes, diciembre 04, 2006

Cosas buenas de mi trabajo

Siempre estoy despotricando de mi trabajo, de mi sueldo cada vez menor y de mis tareas cada vez más numerosas, del asco que me dan muchos clientes... pero es que yo soy de natural quejica y gruñona, como los abuelillos. En el fondo este trabajo, a pesar de ser un trabajo basura y eminentemente alimenticio, ha supuesto para mí un paso adelante respecto a los que me tuve que tragar en el pasado. Y tambien tiene cosas buenas.
Por ejemplo, ahora mismo estoy cumpliendo mi horario laboral. Pero no hay clientes, así que estoy sentada en mi taburete escribiendo esta entrada. Miro a las dependientas del Boticcelli, del Bata y del Sun Planet y las veo de pie, apoyadas en el mostrador y aburriéndose mortalmente, o de charla con la compañera. Aquí tengo un lugar donde plantar el culo y barra libre de internet.
El horario tiene un punto muy flaco: nada de ir de fin de semana porque todos los sábados hay que currar. Pero lo pienso y digo: alma de cántaro, ¿a dónde querías ir tú de fin de semana con tu sueldo de mierda? En cambio, y es algo que se agradece especialmente en verano y viviendo en un sitio de sol, playa y guiris con flequillo, sólo trabajo 6 horas diarias. Es decir, he entrado a las 10 (con lo cual si me da la gana me levanto a las 9), me voy a las cuatro y ya me puedo dedicar a rascarme la barriga toda la tarde, irme al cine, leer un libro, pasar la tarde en la playa, hacer footing o progresar con mi curso de frances.
Al estar en un centro comercial, la mayoría de mis clientes son lumpen de centro comercial. Gente sin ocio de calidad, aborregada y consumista. Esa gente, nos guste o no, sustenta este país. Y como tengo vocación de periodista o socióloga, es decir, soy una jodida cotilla que se diferencia de una cotilla de portal en que yo hago estadísticas, disfruto en esas horas muertas recopilando datos. Analizando expresiones, actitudes y preferencias y averiguando el patrón que siguen. Haciéndome una idea de la marcha del país observando pasar delante de mí una media de 100 personas diarias. Les pongo a caldo por ser tan burros, pero en el fondo disfruto haciéndolo.

Y que lo que me jode del trabajo no es el trabajo en sí, sino las excepciones, como cuando no me mandan las nóminas, no me pagan lo que deben, me hacen quedarme más horas de las pactadas, me toca algún cliente violento... Pero eso puede pasar en cualquier trabajo, ¿no?

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1 Comments:

At 7:23 p. m., Blogger La estatua del jardín botánico said...

Pues sí, prendita, clientes burros te tocan en cualquier trabajo y clientes violentos te pueden caer en gracia cuando menos te lo esperes. No tengo el gusto de trabajar en una tienda, pero trabajo dando clases y sé qué se experimenta cuando explicas una cosa cien veces y la personita de turno no se entera. Conozco a seres que trabajan en oficionas bancarias y se hallan en la misma tesitura: "señora, que no, que con su nómina no puede pagar la hipoteca y el crédito del BMW". Y la señora que nada de nada, que allá va con todo. También te puede tocar un compañero lerdo y violento, uno bandarra y cotilla, otro deslenguado y desagradable... o uno que tenga todas estas estupendas cualidades y que, además, se piense la hostia en vinagre. Si es que tiene que haber de tó. Y supongo que casi todos los trabajos acaban teniendo algo bueno, aunque se tarde en encontrarlo.

 

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